CONTEXTO SOCIAL EN LA ACTUALIDAD
El contexto social actual, el Otro social ejerce una presión muy grande en la dirección, no de la prohibición del goce como en otras épocas, sino en la demanda de goce. Cuando ésta se ejerce en estructuras con una función paterna débil, que no terminó de constituirse, nos encontramos con los llamados comportamientos locos como los actings-out, los pasajes al acto, las manifestaciones psicosomáticas, accesos de pánico, adicciones, etc… Es ello probablemente lo que lleva a la medicina oficial y a la OMS a poner en juego esas clasificaciones que ayudan a borrar todavía más al sujeto. Se ayuda a perpetuar de alguna forma el fracaso del síntoma y del sujeto.
Pensemos el acting out. Un concepto ingles utilizado por Strachey. Este concepto alude según Freud, a que el sujeto repite en la cura analítica en lugar de recordar, el sujeto vive nuevamente sin darse cuenta lo mismo… Pero es una llamado al Otro. El acting out es una forma de mostración, es la demostración de un deseo desconocido dirigido al Otro, al otro que ocupe ese lugar.
El acting, en el proceso psicoanalítico, remite a una escena donde demanda que el analista aparezca, que no desfallezca, que escuche. Es decir, aparece allí donde el analista no ha puesto la escucha… Desde este punto de vista, podemos pensar que el Otro social actual no escucha al sujeto, no le da espacio para la subjetividad, con lo que el sujeto se ve empujado a esos
actos locos… En todo caso, en el acting aún existe un anudamiento al deseo, sin embargo en el pasaje al acto nos encontramos ya sin deseo, sin sujeto, podríamos hablar de un empuje a lo real, al goce…
En sociedad actual, sobre todo en la del primer mundo, la figura paterna ha funcionado para favorecer el pasaje del sujeto de la naturaleza a la cultura, de ahí surge la castración que se refiere a la satisfacción que debe ser sustraída del sujeto a fin de desprenderlo de su tendencia natural narcisista. La modernidad se caracteriza por la declinación de la imago paterna como una crisis psicológica cuyas consecuencias son los nuevos malestares tanto en el campo de la psicosis como en el de la neurosis. La disolución perversa del concepto de autoridad muestra sus repercusiones en el debilitamiento de la transmisión de las insignias del ideal del yo, y acaba por generar efectos de retorno de agresividad.
Gustavo Dessals habla incluso de que el síntoma de este siglo tiene que ver con el autismo y la promoción exacerbada del individualismo que se apoya en el derecho a gozar. Se atreve a decir que existe una modalidad novedosa del síntoma psíquico cuya estructura no responde a la definición tradicional del síntoma como metáfora, expresión simbólica del inconsciente, sino que consiste fundamentalmente en una concentración de goce. Su única verdad es su efectuación en sí misma, es decir, son síntomas cuyo sentido no es otro que el goce que comportan.
Incluso se va más allá del goce sexual, para la posición autista la relación sexual está fuera de juego.
Sólo a partir de desviar su fin autoerótico es como el goce de uno mismo puede condescender a buscar algo en el Otro. Para obtener esa errancia, ese desvío, es preciso que la castración trace un límite, mientras que el discurso contemporáneo consiste en oponerse a la castración.
El goce y la felicidad, confundidos ambos bajo la definición de la OMS de salud, se articulan en una coartada de la pulsión de muerte, de la destrucción. Del ideal que no existe.
El derecho al goce, máxima de la modernidad, es la cara visible de un imperativo que impulsa a franquear toda barrera que se interponga al goce. Es el tormento de la felicidad que se ha vuelto obligatoria, en lugar de deseable.