mourning-35689_640 (4) ANSIEDAD O ANGUSTIA

Hoy en día, el término ansiedad está bastante extendido tanto a nivel popular como en el ámbito científico. Las consultas médicas se llenan de “casos” de ansiedad y el lenguaje médico y psicológico está continuamente salpicado con referencias a este término…  Es significativo que al mismo tiempo que se multiplica el uso y la importancia de la ansiedad, decae el uso y significancia de la angustia hasta el punto de que en el DSM IV la crisis de angustia es considerada como una subcategoría de los trastornos de ansiedad.

Es todo ello lo que nos lleva a considerar la ansiedad como una de los malestares típicos de nuestro tiempo. Desde este punto de partida, nos preguntamos si el hecho reconocible de que en el lenguaje social y científico la ansiedad haya sustituido a la angustia, tiene correlación con una evolución social donde se evidencia un decaimiento de la función paterna…

La ansiedad alude al ansia, a la necesidad de encontrar un algo que calme el malestar inmediatamente… sin reparar en que no hay un algo que tape la nada…

De alguna forma el entorno social incita a la creencia de que existe la felicidad completa, que es posible vivir sin malestar y ello crea un malestar añadido porque significa que el que no sea feliz es poco menos que idiota… Lo peor de todo es que está línea de pensamiento está patentada por el ánimo consumista de la sociedad capitalista.

Si a ello, añadimos el interés puramente acaparador de capital de las industrias farmacéuticas, tenemos el caldo de cultivo necesario para un deterioro del vínculo social en la medida que crea sujetos más idiotizados, más bordelaine, más violentos, más drogadictos, más de todo… Por qué de eso se trata, del exceso, de la exhortación destructiva a un goce imposible.

Nos interesa más pensar en la angustia como fenómeno subjetivo que implica el encuentro y el vínculo con el otro y con el deseo…

La angustia no es, en sí misma, un fenómeno patológico o anormal. Se trata de un afecto inherente a la condición humana. No se trata de encontrar un objeto, sea una pareja, una droga, un fármaco o un objeto de consumo cualquiera… Eso es a lo que nos condiciona la ansiedad.
Si miramos la situación del ser humano en el mundo con atención, podemos ver como el sujeto es frágil. La verdad es que no lo pensamos y construimos, sobre la base de nuestra fragilidad, ficciones de potencia y de grandeza. Ficciones que se pueden venir abajo en cualquier momento… una enfermedad, un accidente, la pérdida de un ser querido nos pueden trastocar en cualquier momento nuestro equilibrio.

Mas el ser humano no es sólo frágil frente a acontecimientos externos que puedan ocurrir, es también extremadamente sensible a sus emociones, sentimientos, pasiones, instintos agresivos y sexuales, etc… Afectos todos ellos que amenazan con romper su equilibrio.

En este sentido podemos decir que el bienestar y equilibrio del sujeto se encuentra amenazado por una serie de peligros potenciales tanto internos como externos. Pues bien, la angustia puede aparecer en esos momentos en los que un factor externo o interno amenaza con desestabilizar.

Podemos considerar que la angustia es un mecanismo de defensa, funciona como una señal de alarma que sirve para alertarnos de que algo no anda bien, ya sea por motivos más o menos puntuales (como puede ser la pérdida del trabajo o simplemente la discusión con una persona querida), pudiendo crear incluso una crisis de angustia. O ya sea por motivaciones más inconscientes como ocurre en los accesos de angustia sin causa aparente.

Por su incidencia repetitiva, es necesario destacar entre los factores inconscientes, las pulsiones sexuales y agresivas. Pulsiones que deben ser contenidas y vehiculizadas para la convivencia en sociedad y que, tanto por su fuerza como por los sentimientos de culpa que generan, son grandes suscitadoras de angustia.

Aún podemos añadir otro matiz. Cuando una circunstancia o conflicto inconsciente amenaza con desequilibrarnos, nos obliga, en cierta forma, a tomar decisiones. Como ejemplo tomemos los accesos de angustia que un paciente, profesor de secundaria, relataba. En sus comienzos como docente era asediado frecuentemente por episodios angustiosos, episodios que se fueron extendiendo hasta llegar a estar presentes casi de una forma continua. La tensión que le suponía enfrentarse a la aprobación o desaprobación por su labor, amenazaba con desestabilizar su relativa tranquilidad interna. La angustia surgía allí como mecanismo defensivo, en primer lugar avisaba del peligro de desequilibrio, en segundo lugar le empujaba al abandono, a la huida como una forma de evitación. Todo ello fue obligando a esta persona a tomar una decisión, a hacer una apuesta como sujeto en su identidad profesional.

Es en este sentido que la angustia se puede considerar como el momento en el que el sujeto tiene que definirse más como sujeto humano singular.

Partimos, por tanto, de que la angustia pertenece a lo subjetivo mientras que la ansiedad pertenece al orden de lo biológico, son dos lógicas distintas que se ponen en juego. El hecho de que la ansiedad  triunfe en el discurso social y científico, y se extienda tanto a nivel clínico,  es debido a una evolución social donde la función paterna está desfalleciendo dejando al descubierto a un Otro más descarnado que manda Gozar. Y ese Otro tiene algunos nombres como, por ejemplo, la industria farmacéutica.

La ansiedad es signo de malestar en la cultura pero es dudoso que la podamos situar como síntoma, inhibición o angustia. Es un fenómeno de borde que no es exactamente una formación del inconsciente, aunque intervenga de alguna forma.

Nuestra intención al realizar el artículo es denunciar un malentendido actual animado por un tipo de contexto del poder económico donde prima el más puro sentimiento mercantilista. Se ánima y se impone un pensamiento único donde la angustia no es angustia. Se nos dice que es una enfermedad que puede ser tratada con fármacos o cualquier otro tipo de drogas, que puede ser compensada con artículos de consumo y que un buen móvil parece que puede cubrir la falta. Se anima a una renegación de lo que es el ser humano y sus sentimientos y pasiones, con lo que ello lleva de mortal pero de verdad.

No, no creemos en la ansiedad que nos venden. No creemos en sus fármacos. Preferimos la angustia… Gracias.

 

J.C.P.

INUPSI

Esta entrada tiene un comentario

  1. Umberto sanz

    Estoy totalmente de acuerdo. Se critican mucho las drogas ilegales y después nos atiborran descaradamente los médicos de ansiolíticos y antidepresivos, como si estos no fueran drogas también. Además pienso que el efecto es parecido, el atontamiento. Nos convierten en personas poco dignas. Lo principal es la subjetividad de cada uno y la búsqueda de un progreso, pero lo que se transmite socialmente y a través de los grandes medios de comunicación, no ayuda en nada a ello.

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