FREUD Y LA EDUCACIÓN

Nos basamos en Catherine Millot y su libro: “Freud Antipedagogo”.

En 1908, Freud escribe “La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna”. Freud pone en juego una crítica a la educación y a la moral sexual civilizada ya que al prohibir no sólo las manifestaciones de las tendencias perversas sino también las de la sexualidad genital en la etapa adolescente, fuerza a la sexualidad a elegir vías colaterales conducentes a una satisfacción perversa o neurótica.

Freud no sólo se queda ahí, sino que extiende su crítica al considerar que la educación del momento produce graves perjuicios en el desarrollo de las capacidades intelectuales. De acuerdo a su perspectiva, la represión de la sexualidad por la educación resulta excesiva cuando afecta a la curiosidad sexual infantil, pudiendo causar su represión e incluso extinción de la curiosidad intelectual normalmente resultante.

En “la Ilustración sexual del niño” (1907), así como en “Teorías sexuales infantiles” (1908), Freud se pronuncia a favor de la educación sexual de los niños y critica la actitud represiva de padres y educadores, actitud en la que distingue los efectos de la mala conciencia que éstos deben a sus propias represiones. Nada justifica el negarse a satisfacer la curiosidad del niño con explicaciones. El temor frecuente de atentar contra la inocencia del niño, despertando su interés sexual, no resiste a la observación según Freud. El niño tiene desde el principio un gran interés sexual.

La negación o ceguera de padres y educadores es explicada por la amnesia infantil producto de la represión. Gracias a ella, el adulto se hace extraño tanto a su propia infancia como a la infancia en general.  De acuerdo a esto, los excesos de coerción educativa parecen proporcionales a la intensidad de las represiones del educador. Ello le lleva a Freud a aconsejar un psicoanálisis personal a los educadores.

Freud señala como el niño ya está intimidado a la hora de saciar su curiosidad con preguntas, y cuando lo hace, el adulto responde casi siempre con una fábula o una reprobación. Para él, esta actitud es bastante dañosa para el niño en varios aspectos. Configura la primera ocasión de un conflicto psíquico, en la medida en que opiniones por las que los niños experimentan una preferencia de carácter pulsional, pero que no están bien a los ojos de las personas mayores, entran en oposición con otras basadas en la autoridad de las personas mayores. Este conflicto psíquico muy pronto puede convertirse en una escisión psíquica. Una de las dos opiniones, concomitante con el hecho de ser un buen chico pero también con la detención de la reflexión, pasa a ser la opinión consciente dominante; la otra, que mientras tanto ha recibido nuevas pruebas por obra de la labor de investigación, pruebas que no tienen derecho a tomar en cuenta, se convierte en la opinión inconsciente. Para Freud, por esta vía queda constituido el complejo nuclear de la neurosis.

Por otro lado, la confianza del niño en la palabra de sus padres resultará así definitivamente quebrantada, y con ella su autoridad. Lo que no puede ser dicho, tampoco puede ser conscientemente pensado, porque para el niño el otro conoce todos los pensamientos y éstos se vuelven tan culpables y peligrosos como las palabras o los actos. De este modo, lo Inconsciente sería aquello que el otro no tiene que saber, y el modo más seguro de lograrlo es además disimulárselo a uno mismo.

De acuerdo con esto, la censura ejercida sobre la palabra constituye un error educativo de suma importancia, ya que provoca la formación se síntomas neuróticos por los cuales retornará la verdad reprimida, y además compromete la independencia del pensamiento, es decir, el ejercicio mismo de la función intelectual. En el texto “La ilustración sexual del niño”, Freud dice:

“No hay duda de que si la intención del educador es ahogar lo antes posible toda tentativa del niño por pensar en forma independiente, en provecho de la tan valorada  honestidad, nada le ayudará mejor a ello que desorientarlo en el plano sexual e intimidarlo en el terreno religioso”.

El  niño se ve condenado a una investigación solitaria y se encontrará con el enigma, para él insoluble, de la naturaleza del acto procreativo. En todo caso, los obstáculos puestos por los adultos no son los únicos puestos en juego. También la angustia de castración hace fracasar la búsqueda, ya que el objetivo final de esa búsqueda tiene que ver con aceptar la castración y la falta.

Freud en “Un recuerdo infantil de Leonardo de Vinci”, describe las tres consecuencias posibles del fracaso de las primeras investigaciones del niño. La primera consiste en una inhibición neurótica del pensamiento, en una debilidad adquirida. La segunda desemboca en la erotización de las operaciones intelectuales, que cobran un carácter obsesivo y están condenadas a repetir el primer fracaso y a quedar sin conclusión. En la tercera, una parte de la pulsión y el deseo consigue sublimarse, ya desde el origen, en curiosidad intelectual, y escapa a la represión. Esta última sería la salida más equilibrada pero menos frecuente.

Según Freud, a la escuela le corresponde dispensar las explicaciones sexuales, dentro del marco de la enseñanza sobre el mundo animal. La sexualidad debe ser tratada en el mismo plano que otras materias, de forma tal que el niño no tenga la sensación de que a estas cuestiones se les otorga un lugar aparte. Pero el hecho de que sea preferible la asunción de esta tara por la escuela se debe, en gran parte, a la torpeza habitual de los padres en este terreno. En definitiva, la educación sexual debería tener un valor preventivo respecto a las neurosis, y preservar el buen funcionamiento  intelectual del niño.

Hasta aquí la postura freudiana en sus primeras teorizaciones. Una postura que parece equilibrada de acuerdo con la teoría psicoanalítica. Sin embargo, más adelante, en “Análisis terminable e interminable”, Freud afirma haber sobreestimado el efecto preventivo de las explicaciones de orden sexual dadas a los niños. Afirma que aunque se hayan aumentado los conocimientos de los niños, éstos conservan sus propias teorías sexuales, más conformes con su organización libidinal. La escisión psíquica, cuya responsabilidad atribuía Freud a la censura educativa, no se produce menos cuando se suministran explicaciones sexuales. Freud, en el texto nombrado, dice: “Los niños se comportan como primitivos a los que se les ha inculcado el cristianismo y que a escondidas siguen adorando a sus antiguos ídolos”.

A pesar de ello, Freud no repudió por ello la educación sexual. Aunque no siempre basta para permitir al niño la superación de sus dificultades, no le hace correr el mismo riesgo que los tradicionales tapujos, cuyo más claro efecto era introducir la desconfianza en las relaciones entre niños y adultos.

B.C.

INUPSI

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