LA SEXUALIDAD EN PSICOANÁLISIS
Partimos de la definición de sexualidad de Laplanche:
“En la experiencia psicoanalítica, la palabra sexualidad no designa solamente las actividades y el placer dependientes del funcionamiento del aparato genital, sino toda una serie de excitaciones y de actividades, existentes desde la infancia, que producen un placer que no puede reducirse a la satisfacción de una necesidad fisiológica fundamental (respiración, hambre, etc…) y que se encuentran también a título de componentes en la forma llamada normal de todo amor sexual”.
Además podemos añadir que la sexualidad humana está tamizada por la cultura y puede considerarse como pulsión o pulsiones que componen la llamada pulsión de vida o Eros. Y es así en la medida que empuja a una ligazón libidinal con los objetos… con la vida…
Fue el descubrimiento, por parte de Freud, de la sexualidad infantil lo que llevó a revolucionar el concepto…
Podemos definir la sexualidad infantil como el conjunto de manifestaciones del desarrollo psicosexual anterior a la adolescencia y que reflejan el grado de maduración de la pulsión sexual y el desarrollo gradual de la capacidad de relaciones objetales.
Las observaciones psicoanalíticas han mostrado como a lo largo del desarrollo del niño, se suceden una serie de cambios en las zonas erógenas del niño… zonas erógenas en la medida que el niño las experimenta como lugares importantes de tensión, gratificación y frustración (placer y displacer). No nos extenderemos ahora en la descripción de las etapas o estadios de las zonas erógenas (en la bibliografía se puede encontrar). Si acaso, recordar que primero se trata de la fase oral, luego la anal, la fálica, la de latencia y la genital que marca el comienzo de la adolescencia…
Esta elaboración de la sexualidad, nos lleva a dos consecuencias importantes para poder entender la sexualidad del sujeto:
– Por un lado, el marco temporal de cada estadio es tan breve que cuando predomina una fase, las otras todavía permanecen activas y con capacidad para producir gratificación. Es una función que va a permanecer siempre, la catectización de una zona no excluye a las demás… Es ello lo que vamos a encontrar privilegiado en la perversión, sí, pero también en los preliminares de una relación sexual llamada normal.
– Por otro lado, es esclarecedor fijarse en como a medida que las necesidades corporales básicas (como el hambre) son satisfechas por medio del contacto con el objeto (pecho-madre), se desarrolla un apego al objeto más allá de la necesidad. Freud mostró que la pulsión sexual se separa del funcionamiento de conservación del organismo. En un primer momento, se trata sólo de un pequeño suplemento de placer aportado marginalmente en la realización de la función (por ejemplo, el placer de la succión en la fase oral). Pero ya en un segundo momento, este placer, al principio marginal, ganará rango y será buscado por sí mismo, aparte de toda necesidad alimenticia o de evacuación, sin objeto exterior y de forma puramente local a nivel de zona erógena.
A medida que se desarrolla el Yo, comienza el niño a evocar la representación mental de los objetos que le dan satisfacción, aunque estén ausentes, ello le asegura un plus de placer que está en la base de su actividad autoerótica. Con el desarrollo y la experiencia, las fantasías sexuales van haciéndose cada vez más complejas hasta convertirse en las fantasías conflictuadas del periodo edípico, con o sin masturbación genital. A estas fantasías edípicas se añadirán después muchos más detalles que tendrán correlación con la manera de resolver esa compleja etapa de la vida. Etapa compleja en la medida que constituye un verdadero taller de la personalidad e identificaciones sexuales adultas.
En el periodo de latencia (va desde el fin de la fase fálico-edípica hasta el comienzo de la adolescencia) hay una represión fuerte de la actividad sexual y las fantasías no son tan intensas. Por fin, en la adolescencia, se hace posible la gratificación de las fantasías sexuales mediante un objeto externo. El sujeto tiene que enfrentarse a sus fantasías y deseos para poder compaginarlos con lo posible en la realidad. Los componentes residuales de la sexualidad infantil normalmente se reflejarán a través del juego erótico preliminar: seducción, observación, caricias, besos, etc…, una vez que los elementos sexuales se han organizado bajo la primacía genital…
La maduración de la organización sexual suele asociarse también a la contención de la pulsión agresiva, con un mayor control de la expresión excesivamente impulsiva y con la fusión del amor con el deseo sexual en una relación objetal…
J.C.P.
INUPSI
En ese camino hacia la maduración sexual, se pueden producir desviaciones. Las perversiones sexuales aluden a una renegación de la castración en la madre y de la función paterna. En cuanto a su similitud con la sexualidad infantil, mejor responderte con las propias palabras de Freud: “La sexualidad perversa está, por regla general, notablemente centrada; todas las acciones presionan hacia una meta – casi siempre única- y una pulsión parcial tiene la primacía: o bien es la única pesquisable o bien ha sometido a las otras a sus propósitos. En este sentido, no hay entre la sexualidad perversa y la normal más diferencia que la diversidad de las pulsiones parciales dominantes… En cambio, la sexualidad infantil carece, globalmente considerada, de semejante centramiento y organización; sus diversas pulsiones parciales tienen iguales derechos… “
Me parece un interesante desarrollo. Me quedo sobre todo con que la sexualidad va más allá de una necesidad biológica y más allá de la genitalidad. En todo caso, me preguntaba si alguien puede aclararme que sucede entonces con las perversiones sexuales, muchas veces parecidas a la sexualidad infantil. Gracias