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LAS DIETAS NO SON LA BUENA ALIMENTACIÓN

Las dietas son realizadas cada vez a más temprana edad, lo que supone un reflejo de una sociedad que es muy exigente con el aspecto físico y marca un ideal de perfección.

Actualmente es muy común someterse a dietas hipocalóricas que restringen, en muchos casos, la ingesta de alimentos a unos niveles mínimos, entorno a unas 1000-1500 calorías.

Los profesionales de la salud sabemos que mientras la persona se encuentra realizando una dieta y pierde peso es muy frecuente que experimente una sensación gratificante y la percepción de control sobre su propio cuerpo. Sin embargo, cuando finaliza la dieta y la persona retorna a sus habituales hábitos de alimentación, los kilos perdidos se recuperan lo que supone un golpe con la realidad. Numerosas investigaciones epidemiológicas han llegado a la conclusión de que el 95 % de las personas que pierden peso mediante este tipo de dietas lo recuperan entre uno y cinco años más tarde.

Las dietas hipocalóricas restrictivas parecen que son las principales responsables de las continuas fluctuaciones de peso de las personas que se someten a ellas, este hecho constituye sin lugar a dudas un riesgo para la salud.

El estudio Framinghan, es uno de los proyectos de investigación epidemiológicos más amplios que se han llevado a cabo sobre la relación de los hábitos de salud y la enfermedad. Este estudio comenzó en el año 1948 y hoy en día perdura. Una de las conclusiones que arroja este estudio con relación a este tipo de dietas es que los cambios cíclicos de peso influyen negativamente en el riesgo de mortalidad, especialmente en el riesgo de padecer cardiopatía isquémica y cáncer. También se ha observado que una mayor fluctuación en el peso conlleva más riesgo de padecer obesidad con todas las consecuencias físicas y psicológicas que ésta conlleva.

Hoy en día podemos afirmar que la única dieta que posiblemente no tenga efectos secundarios adversos ni contraindicaciones es aquella que mantiene los hábitos de alimentación de la persona y en virtud de la cual, lo único que hay que hacer es comer aquello que siempre se ha comido pero en menor cantidad. Lo suficientemente menos como para posibilitar una pérdida de peso en torno a 1 kilo al mes frente a los 4 por semana que se buscan perder con las dietas hipocalóricas severas.

Aunque resulte paradójico, olvidarse del peso y preocuparse tan sólo por mantener una dieta equilibrada que se ajuste lo más posible a la proporción óptica de hidratos de carbono (50%), grasas (30%)  y proteínas (20%) favorece la perdida de éste. Es muy importante no comenzar una dieta a menos que se esté dispuesto a someterse a un plan realista que dure el resto de su vida. No hay medidas temporales ni milagros.

Una mala alimentación repercute no sólo en la esfera física sino también en la psicológica. Si nuestro cuerpo no cuenta con los aportes necesarios para su correcto funcionamiento, éste acabara resintiéndose y pudiendo surgir apatía, desgana, irritabilidad, desmotivación, etc, que pueden alargarse en el tiempo y acabar provocando un cuadro crónico.

Nos parece interesante exponer un decálogo de medidas que podemos emplear en psicoterapia con nuestros pacientes e incluso autoaplicarnoslas.

  1. Es muy importante que comamos 5 veces al día. No es necesario que sean comidas copiosas, pero sí que nos acostumbremos a comer varias veces al día. De esta manera evitaremos mareos y sobreingestas derivadas del largo tiempo sin comer.
  1. No deje pasar más de tres o cuatro horas entre comidas. Entre éstas puede consumir fruta, queso o similares, preferiblemente a media mañana y media tarde.
  1. Es muy adecuado que tratemos de emplear siempre los mismos horarios para la realización de las comidas. Este punto es especialmente importante cuando se trata de personas que atraviesan un cuadro depresivo y/o ansioso, donde solemos encontrar desórdenes alimenticios. El haber marcado previamente los horarios destinados a la ingesta nos ayudara a llevar un orden en nuestra vida, evitando a su vez saltarnos comidas. Así mismo, si nuestros familiares están al corriente de nuestros horarios pueden ayudarnos a recordarlos en caso de olvido, esto es relevante cuando se trate de ancianos o personas con alguna dificultad en la memoria.
  1. El desayuno constituye la comida más importante del día ya que durante la mañana es cuando más gasto energético necesitamos y es también la que con mayor frecuencia descuidamos, comiendo en exceso en la comida y la cena. En el desayuno es importante hacer un buen consumo de proteínas (pan integral, pechuga de pavo, quesos, etc).
  1. Es muy saludable disminuir el consumo de grasas en nuestra alimentación, especialmente las grasas saturadas (bollería industrial). Esta reducción ayudara a encontrarnos mejor física y emocionalmente y nos permitirá un adecuado control de nuestro colesterol.
  1. En los últimos años es muy frecuente oír hablar de los ácidos grasos Omega-3. Existen importantes investigaciones que afirman que la ingesta de ácidos grasos Omega-3 ayuda a reducir los síntomas de la depresión.
  1. Hay que consumir hidratos de carbono complejos con la adecuada frecuencia. Los hidratos de carbono podemos encontrarlos en alimentos tales como el pan integral, las frutas, legumbres, pasta, arroz, etc.
  1. Es adecuado reducir al máximo el consumo de azúcar refinada.
  1. El consumo de ácidos grasos esenciales también se ha demostrado saludable para nuestro organismo, ya que favorecen el desarrollo y correcto funcionamiento del sistema nervioso. Lo podemos encontrar en los frutos secos, el aguacate, la margarina, etc.
  1. Limitar el consumo del café, bebidas con cafeína, té y derivados del cacao, ya que son sustancias estimulantes y pueden provocar síntomas de nerviosismo con su consumo.

Además de una correcta alimentación es importante que no descuidemos nuestro tiempo de sueño y que este sea lo más regular posible.

J.C.P

INUPSI

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