Inevitablemente tenemos que tener en cuenta un factor que no podemos medir y que es el azar. Gran parte de las víctimas, tanto en catástrofes naturales o aquellas provenientes de la criminalidad, son víctimas productos de un azar, de un estar en donde está la fatalidad…
Pero podemos pensar también que hay fenómenos que nos indican que no sólo es el azar el que está presente… Por ejemplo, el hecho de que hay sujetos que son frecuentemente víctimas sea por un contexto social o por unas características de la personalidad.
La teoría más extendida desde el punto de vista del contexto social es la teoría del estilo de vida. Según ella, las personas que tienen rutinas que implican una mayor exposición a lugares donde hay un mayor número de delincuentes potenciales, maximizan su riesgo de ser víctima de un delito. Un ejemplo es salir por la noche a sitios conflictivos como discotecas donde existe el abuso del alcohol. También consumir drogas puede predisponer no sólo al delito sino a ser también víctima de él.
Una derivación de esta teoría es que en muchas ocasiones los delincuentes y las víctimas proceden de poblaciones homogéneas, compartiendo unas pautas de interacción comunes. Es más, es posible que incluso entre ellos se intercambien los papeles de verdugos a víctimas. De acuerdo con este enfoque, las condiciones que crean la delincuencia también crean la victimación.
Si pensamos en el fenómeno de la repetición de la victimación, podemos encontrar en esta teoría una explicación, pero también podemos pensar en otros factores que influyen. Todos sabemos que existen ciertos establecimientos o bares, negocios en definitiva, que son más atacados que otros. Hay podemos poner en juego la responsabilidad de la administración al no dar la suficiente protección.
Mas esta repetición de la victimación también nos lleva a pensar si hay otros factores que dependen de la personalidad de la víctima. Por ejemplo, tenemos el acoso entre niños donde se ha comprobado que los chicos aislados, tímidos o estigmatizados (por ser débiles, gordos o no brillantes) tienen más posibilidad de sufrir acoso en el colegio.
En particular, el riesgo aumenta si la persona es débil física o psicológicamente, lo que dificulta oponerse al agresor, o bien si posee algo muy atractivo para determinados individuos que conocen que ella está en posesión (una joya, dinero, etc…). Pero también si su forma de ser u otra característica causa animadversión en gente que no tiene reparos en emplear la violencia, caso de homosexuales, minorías étnicas, ser indigente, etc…
M.P
INUPSI