Los Medios de Comunicación como formadores

El papel que ocupa hoy en día la información y sobre todo la información cotidiana en casa, a través preferentemente de la televisión, nos lleva a reflexionar sobre el papel preventivo y la responsabilidad tanto de los políticos como de los profesionales…

Lo incuestionable es que hoy los medios (sobre todo la TV) son para los niños, y prácticamente desde el mismo nacimiento, parte fundamental y estructural de su vida: están con ella más tiempo que en una escuela que les resulta mucho menos placentera, y seguramente aprenden más allí respecto a la vida, costumbres y normas sociales.  Los educadores van percibiendo  la disminución de su peso educativo -quizás no tanto, aunque sustancial, en el suministro de conocimientos, sino sobre todo en las esferas mucho más importante de normas, ideales e ideologías, etc.-, y ven como los niños juegan a lo que les muestran los programas de moda, quieren ser como sus personajes, etc…

Los medios masivos de comunicación: 1) le dicen al hombre de masa quién es: le prestan una identidad; 2) le dicen qué quiere ser: le dan aspiraciones; 3) le dicen cómo lograrlo: le dan una técnica; 4) le dicen cómo puede sentir que es así, incluso cuando no lo es: le dan un escape”.

Es por ello que no constituye ninguna exageración afirmar que los medios son actualmente una verdadera “escuela” para la estructuración de los sujetos. Desde una perspectiva teórica psicoanalítica -y como parte de la relación hombre-cultura, no puede dejar de estudiarse y comprenderse su aporte a la conformación del Aparato Psíquico: son quienes más ofrecen en el señalamiento de una determinada visión de lo que se convertirá en principio de realidad (que, como es conocido, tiende a ir reemplazando al principio del placer de los inicios de la vida del niño, lo que permite la llamada socialización), y ofrecen constantes y múltiples modelos identificatorios, aspectos centrales para la constitución del Yo, además de mostrar de manera permanente qué es lo bueno y lo malo (con sus consecuentes premios y castigos), que se convierten en ejemplos para el Superyo. A esto deben agregarse técnicas para lograr lo que se indica, propuestas de cumplimiento de deseos, ofrecimiento de fantasías, etc.

Claro que estos resultados no podrían darse si los medios no actuasen sobre aspectos específicos del psiquismo de los Sujetos. Los contenidos de los medios obtienen éxito porque ofrecen respuestas a las necesidades subjetivas de los receptores, fundamentalmente a aquellas de tipo emocional y afectivo de las que el Sujeto carece. Y este es un aspecto sobre el que el psicoanálisis puede ofrecer mucho para la comprensión de los procesos comunicativos en general, y del llamado “momento de la recepción” en particular.

La construcción de la realidad por los medios

Algo similar ocurre respecto a la función de los medios en la construcción del principio de realidad. Con independencia de lo que Freud entiende por “realidad” y una posible discusión al respecto, es incuestionable que actualmente son los medios los que ofrecen de manera dominante en una escala muy superior al de otras instituciones como la familiar, escolar, religiosa, etc. y en todos sus mensajes, no sólo en los considerados informativos: si en estos su presencia es explícita, en otros como historietas, telenovelas, programas culturales e informativos, etc. también puede serlo como también implícita pero inevitable al mostrar un determinado contexto social e histórico, caminos de éxito y de fracaso, premios y castigos, etc.

La televisión es, en nuestra sociedad tecnificada, el instrumento más poderoso para hacer participar a la masa en sistemas de símbolos cuya difusión común es necesaria para la cohesión social. Esto tanta por la capacidad de llegada de los medios como por la capacidad de los sujetos para conocerlas de manera directa se reduce a su siempre muy limitado mundo perceptivo.

Es por esto que investigadores de diferentes marcos teóricos destacan esta importancia. Entre ellos, encontramos quienes contundentemente consideran que los medios informativos son el lugar donde las sociedades industriales producen nuestra realidad y que lo que llamamos realidad es resultado de la comunicación, resultando nada exagerada la afirmación de Doelker de que “la construcción de nuestra imagen del mundo se realiza cada vez más a través de los medios, que a su vez proporcionan una imagen del mundo. Por consiguiente, nuestro concepto de la realidad nace según nuestra proporción de consumo de los medios”. Es decir que prácticamente todo nos llega a través de los medios, siempre intermediarios del conocimiento de la realidad con todo lo que esto implica, incluso cuando no pocas veces los testigos de algo necesitan confirmarlo con una voz autorizada que destaque lo visto o su importancia, o se considere verídica una noticia porque “lo dijo la tele”.

En este sentido múltiples investigaciones muestran como la TV es el medio informativo más importante en el mundo entero, y más en países  donde es bajo el nivel de lectura de periódicos, revistas y libros. Es nuestra sociedad “televisualizada” la TV es así lo que un comunicólogo define como “maestra de la vida” por ser “una de las actividades enculturizadoras que intervienen en la socialización de la gente”, razón por la cual es en general compartido que el análisis de su importancia (como parte fundamental de los medios de difusión) debe “considerarse como preocupaciones centrales de la sociología y de la teoría social” (y también psicológica y psicoanalítica). Pero más allá de la teoría, investigaciones empíricas realizadas han mostrado que un importante porcentaje de población, considera que lo que se ve en TV representa la realidad, y cree que viendo las telenovelas se pueden adquirir modelos para actuar y aprender a resolver problemas propios.

Las causas de la constantemente denunciada mayor o menor distorsión de la información son conocidas: la conducta e ideología de los hombres siempre estará basada en su idea de realidad. De allí la necesidad de ofrecer una que sea coherente con el mantenimiento del sistema de dominación vigente, o enmascarar, distorsionar o silenciar el conocimiento de aquello que no se quiere que se conozca. De esta manera, ante la inexistencia de otras ideas sobre la realidad, el yo no podrá actuar -y mucho menos de forma eficiente- para modificar una situación que el poder pretende que cambie sólo de acuerdo a sus necesidades. En síntesis, se trata de construir un principio de realidad que garantice dos objetivos centrales: la aceptación mayoritaria de la realidad presente como la normal, la válida y la mejor entre las posibles, así como el rechazo de otras que se presentan como inconvenientes, totalitarias, etc.; y, como consecuencia, dificultar o imposibilitar las críticas y cambios de lo establecido por el desconocimiento de lo real existente y sus causas, y propuestas alternativas, etc., incluso en situaciones donde no exista acuerdo con lo existente. Puede verse que este proceso de presentación de una determinada realidad -que se hace de hecho en todos los marcos sociales, aunque en mayor grado en aquellos donde no existe real pluralidad de medios de difusión- se realiza desde la más temprana infancia (donde sus efectos son más duraderos y estructurales), con un permanente reforzamiento posterior.

Todo esto explica el porqué de la búsqueda del control de los medios, instancias hoy hegemónicas en la construcción de la idea de realidad de una sociedad, con todo lo que esto significa. Aspecto fundamental en lo que destacan los Mattelart con base en la obra de Foucault: “El modelo de organización panóptico, utopía de una sociedad, ha servido desde esa perspectiva para caracterizar el modo de control, gestionador/organizativo ejercido por la televisión o mejor por el dispositivo televisivo: un modo de organizar el espacio, de controlar el tiempo, de vigilar continuamente al individuo y de asegurar la producción positiva de comportamientos, dejando de lado las formas negativas de represión”.

El modelo neoliberal y sus premisas y valores hoy predominantes en gran parte del mundo constituyen, no podía ser una excepción, el principio de “realidad” que los medios difunden de manera absolutamente dominante con el objetivo de asegurar y/o mantener su predominio a través de formar sujetos congruentes con él. Como ocurre siempre, no sólo se difunden de manera positiva las supuestas ventajas para todos de este modelo y las desventajas de otras alternativas en mensajes manifiestos, sino también, y sobre todo, a través de expresiones que le son favorables en contenidos supuestamente apolíticos.

Si ya hace bastante tiempo, cuando estaba vigente el modelo capitalista de bienestar o populista pero no neoliberal, se presentaba la imagen del mundo como un mercado de mercancías, hoy esto se lleva a un nivel antes nunca alcanzado; máxime cuando este mismo modelo ha producido un retiro del Estado del control de los medios electrónicos y la absoluta posesión de estos por parte de, en general, pocos grupos nacionales o transnacionales que difunden sólo diferentes variantes de un contenido similar y poco o nada plural. Ideología basada fundamentalmente en tres premisas o, según Sánchez Ruiz, mitos: la libertad individual debe prevalecer sobre los intereses sociales o colectivos; el valor supremo del mercado, cuya dinámica llevará a un nivel social, político y económico superior; y el Estado como estorbo a los dos puntos anteriores.

Estrategia donde desde los ochenta la información y la comunicación se han convertido en espacios de punta del nuevo modelo económico, porque el espacio político y tecnológico de la comunicación se ha vuelto decisivo en el diseño y reorganización de la economía y la sociedad.

 ¿Cómo se transmiten estos mensajes para convertirlos en el principio de “realidad” al que se ajusten y formen los sujetos? En primer lugar, como ya es conocido para este modelo y lo ha sido antes para otros, a través de la mencionada homogeneización de contenidos, donde lo diferente u opuesto es negado, marginado y/o combatido. Pero también, y esencialmente, mostrando formas de vida y de acción que resulten modelos, provoquen deseo de imitación y de identificación, se vean como correspondientes a la “modernidad” y dinámica de nuestro tiempo, etc. Al respecto los anuncios y campañas publicitarias son, a través del tiempo, clara expresión de estos sentidos y fiel reflejo del “espíritu” de una época.

Mario Pereiras

INUPSI

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