El autismo
Dentro de la tarea de divulgación que proponemos desde el Instituto, proponemos en esta ocasión un recorrido por el síndrome autista.
El autismo es probablemente el modo más primario de los trastornos de tipo psicótico en el niño. Su síntoma más distintivo es la incapacidad para comprender el vínculo humano y su origen hay que buscarlo en fases muy tempranas de la estructuración psíquica.
Son niños que muestran una reiterada incapacidad o falta de interés para conectarse con otros, para armar el lenguaje quedando reducido a frases o palabras estereotipadas y necesitan que todo esté inmutable, sin cambios. En contraposición, suelen tener buena relación con las máquinas y les gusta desarmar y armar todo tipo de aparatos.
Según Janin, es más conveniente hablar de autismos ya que son muchas las diferencias que encontramos entre los niños diagnosticados como autistas. La sintomatología así como la evolución y el pronóstico es bastante variable.
Un niño puede pasar de la intolerancia al contacto, a la exigencia de contacto con determinadas partes del cuerpo o al abrazo total. Estos niños suelen fluctuar entre una aparente autosuficiencia y estallidos de terror, sobre todo si se fuerzan a actividades o a contacto con otros.
Descrito por primera vez por Leo Kanner en 1942. El síndrome del autismo infantil precoz se caracteriza esencialmente por la ausencia de comunicación del niño con las personas vivas que le rodean y en particular con su madre y su familia más próxima. Este defecto evidente se traduce en todos los registros habituales de comunicación.
Lebovici, Diatkine y Soulé en el “Tratado de psiquiatría del niño y del adolescente daban una descripción del niño autista: mirada vacía, ausencia de mímica y gestos de llamada, insensibilidad a las estimulaciones auditivas, reacciones emocionales extrañas, desbordes pulsionales ante modificaciones del ambiente, no diferencia entre familiar y extraño, entre la presencia o ausencia materna, entre lo inanimado y lo animado, entre lo vivo e inerte, movimientos estereotipados, resistencia al sufrimiento, utilización del cuerpo del otro como instrumento y movimientos de rotación.
Podemos añadir además que no tiene cabida el lenguaje, puesto que los campos noéticos del niño y de los demás son radicalmente diferentes. Sólo cuando este cuadro se modifica y el niño presta alguna atención a eventuales interlocutores, se instaura alguna comunicación verbal. En al ámbito diagnóstico es importante no confundir aquí con cuadros de encefalopatías, otras formas de desarmonías evolutivas o de disfasia y con la sordera profunda o total.
Cabe destacar que, a pesar del aparente desorden del cuadro autista, no es infrecuente constatar que los hábitos de limpieza se adquieren normalmente, si bien se dan casos muy variados. Esta relativa capacidad para adquirir ciertos automatismos no resulta fácil de explicar, sobre todo porque tal vez se vea modificada cuando el niño entra en relación con el otro, y en particular durante los intentos de aproximación psicoterapéutica.
También es significativo que, según autores como Margaret Mahler subrayan la ausencia de actividad autoerótica. Ello explicaría la facilidad de adiestramiento esfinteriano por la indiferencia hacia las zonas erógenas. A veces se advierte una resistencia a los sufrimientos físicos, como si la piel estuviera menos investida que en los niños normales.
J.C.P.
INUPSI
Dar las gracias por la aportación. Tengo un hermano que tiene un hijo autista que ahora tiene siete años. Tanto él como mi cuñada lo han pasado muy mal y no veían forma de que su hijo saliera adelante. Afortunadamente entraron en contacto con una asociación y con un profesional psicólogo que ha cambiado radicalmente su forma de ver las cosas. Su hijo sigue teniendo problemas, sí, pero le comprenden, el chaval va respondiendo, aprendiendo cada día. Tanto sus padrs como él se han dado cuenta de que no está todo perdido.